sábado, 17 de abril de 2010

DIARIO DE VIAJE 4

Continuando con mi viaje por la historia del arte, traigo estos dos importantes filosofos que marcaron con sus propuestas la mirada sobre el arte y la estética de un tiempo lejano para nosotros pero que nos ayuda a comprender el nuestro.
SCHOPENHAUER: filósofo del pesimismo, consideraba que la voluntad de vivir era el motor que genera los actos humanos y los encausa. Su obra cumbre en este tema "El mundo como voluntad y representación" donde expresa su teoría sobre el arte.
Este filosofo, consideraba que el arte no era simplemente una especie de producto de lujo de las sociedades civilizadas, ni que fuera sólo ornamental en la vida de la mente; razón por lo cual el arte merecía para él un interés intelectual digno de análisis filosófico.
El “individuo cognoscente” esta equipado con un intelecto, el cual tiene la función de servir a la voluntad, el sujeto no mirara el mundo a través de conceptos preexistentes, sino que podrá todo el poder de su mente en la percepción para que toda su conciencia se llene de la contemplación del objeto natural actualmente presente: paisaje, árbol, figura humana o cualquier otra cosa que pueda estar contemplando. Cuando logra alcanzar este estado puede decirse que se pierde en el objeto de su contemplación; olvida su individualidad, su voluntad y continua existiendo tan solo como puro sujeto, un limpio espejo del objeto, de tal modo que al describir su experiencia ya no es posible distinguir claramente entre el que percibe y su percepción; se prefiere decir que ambos se han convertido en uno, ya que la conciencia entera se llena y es ocupada por una única imagen perceptual.
En cierto momento Schopenhauer hasta indica que el principal problema de la estética filosófica se encuentra en como es posible encontrar satisfacción en algo que no tiene relación con nuestra voluntad, sosteniendo que el problema se resuelve cuando se percibe que la satisfacción estética consiste precisamente en la ausencia de toda volición. Sin embargo, en otra parte completa esta caracterización negativa con la observación de que el goce estético también depende necesariamente de la naturaleza de lo que es aprehendido o percibido: calificación claramente esencial si su explicación ha de tener verosimilitud.

NIETZSCHE: Su obra cumbre el origen o nacimiento de la tragedia griega nos presenta la expresión de dos instintos artísticos tejidos entre sí, lo apolíneo y lo dionisiaco.

Nietzsche nos presenta la lucha dialéctica que se da entre estas figuras divinas y que no puede concebírseles, a la una separada de la otra, como excluyentes o contradictorios. Describe la lucha entre estos dioses, como una relación en donde ninguno de los dos se impone al otro, tampoco se subordina, ni es absorbido por el otro. No hay un principio primero y luego otro segundo; sino dos principios que forman, en lenguaje platónico, un Uno Primordial o, en lenguaje aristotélico, un Uno Primitivo.
La tesis central que se defiende es que la experiencia estética para Nietzsche es esencialmente una experiencia de conocimiento, de un tipo de saber que da acceso a la verdad.

La tesis central que nos presenta es que la experiencia estética es esencialmente una experiencia de conocimiento, de un tipo de saber que da acceso a la verdad.

En su libro confluyen la pasión por la música, la búsqueda de la verdad y la admiración por el mundo clásico, el pensamiento que va descubriendo lo horrible y lo cruel de la naturaleza -su aspecto dionisíaco-, junto con su necesidad de redención en la apariencia.
Por un lado, lo apolíneo se ve representado por el dios Apolo, dios del sol, la luz, la curación, la música, la profecía, el arco y la poesía. Los que lo adoraban, acudían al Oráculo de Delfos para recibir consejos de éste. Era él quien se ocupaba de disipar las dudas que atormentaban a los otros.
Por otro lado, esta lo dionisiaco, puesto sobre la figura del dios Dionisos, dios del vino y los ritos religiosos mistéricos. Con la leyenda de su nacimiento se puede ver cómo Dionisos representa el renacimiento, la vuelta a la vida, y el amor hacia ella, fundamento de las religiones mistéricas.
Nietzsche afirma “Con sus dos divinidades artísticas, Apolo y Dioniso, enlaza nuestro conocimiento de que en el mundo griego existía una enorme antítesis, en cuanto a origen y metas, entre el arte del escultor, el apolíneo, y el arte no figurativo de la música, el de Dioniso”. Nos presenta las dos líneas artísticas: la apariencia y la esencia; la razón y la pasión; la mesura y la desmesura; el sueño y la embriaguez.
Según él es en los sueños es donde empieza a manifestarse nuestras fantasías, nuestros placeres y nuestras alegrías, aún así nos dice que sólo es una apariencia, una máscara que oculta otro mundo, un mundo más profundo, el mundo de lo dionisiaco. Allí es, entonces, donde la embriaguez comienza a manifestarse, en ese estado orgiástico lo subjetivo se desintegra en el olvido de uno mismo, y los cuerpos serán herramientas de los deseos más primitivos, expresados a través de frenesí, cantos y bailes con violencia dionisíaca.
Bajo esos estados, en donde se deja de temer la existencia de un dios, el hombre pasa a ser uno mismo a aquel dios . Al otro lado esta el miedo que produce en los hombres apolíneos ver la desmesura, quien entiende que la realidad onírica es un elemento a través del cual los hombres logran sobrevivir a su penosa vida.
Vemos entonces como lo apolíneo y lo dionisiaco se complementan, la desmesura será para Nietzsche la expresión de un mundo preapolíneo. El cual será castigado, ejemplo de ello son: Prometeo, Edipo.
La complementariedad entre lo apolíneo y lo dionisíaco, le permite a los hombres librarse de la apariencia y estar más seguros en el mundo.
Los que seguían los preceptos de Dionisos, festejaban la vida, gozaban de su desorden, se nutrían de su dolor, abrazaban su inmenso conocimiento y, por último, se convertían uno con ella, logrando así un despojo hasta de su cuerpo como hombre, símbolo de la apariencia apolínea. Es claro entonces quien es el precursor del otro. En esta lucha de fuerzas se dio origen a la tragedia griega.
Interesante la propuesta de Nietzsche, un poder curativo que esconde el mundo en su naturaleza.
Friedrich, Nietzsche, El nacimiento de la Tragedia, España, 15° edición, 2002,

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